GENIOS DE COLOR VERDE LLENOS DE BABAS

A menudo el mundo del arte, sea la expresión que sea, produce ejemplares humanos que pretenden ver más allá del ojo humano, que van de guays o de iluminados, de genios, de especiales, de superiores; son esos que cuando les debates su obra sacan pecho y te responden que no la has entendido y, al hacerlo, te miran de arriba abajo como diciendo “pobrecito”. Entonces, debajo la alfombra, aparecen unos seres todavía más repelentes que los genios estos, son como unos bichitos de color verde, llenos de baba, enganchosos y con unos dientes enormes que alaban a ciegas su creación, y que repiten ante ti esa mirada de superioridad; estos seres que tanto asco dan, comparten una frase preferida que la usan mucho más que el papel de cagar, esa de  “es que es para un público determinado y reducido” y entonces aún babean más y se refriegan las babas los unos contra los otros y ríen y echan burbujas que apestan a pescado podrido por la boca, de color verde, claro, y uno las retrata y el otro aplaude; y uno las pinta y el otro vocea magnifique; y uno las graba con la cámara de la blackberry y el otro hace una genuflexión; y unos cuántos las interpretan en medio de gestos extraños y casi imperceptibles, con los cuerpos enganchosos desnudos y los que aún no han hecho nada gritan bravos y se lanzan a sus pies; y cuando se cansan y las babas se resecan, se esconden en sus diminutas madrigueras  y cuando el genio se marcha con su obra a otra parte buscando recibir un nuevo tributo de culto; los pequeños seres verdes esos tan repelentes y que tanto asco dan, cogen una novela y sin que nadie les vea leen complacidos y felices.