En mi última blocada, cinco meses
atrás, transmitía mi necesidad de apartarme por un tiempo de mi actividad como
escritor para ceñirme a la caza de talentos, potenciar mi servicio de coach (eso
que yo prefiero llamarlo de guía para autores de primera novela), y los frutos
van llegando. Y junto a ellos, un torrente de ilusión y orgullo que me permiten
continuar convencido que mi método, antiacadémico y muy de andar por casa, funciona
de tal modo que consigue arrancar de muy adentro ese arte que gran parte de mis
alumnos llevan dentro.
Esas primeras novelas construidas
año y medio atrás, tras su periodo purgatorio de correcciones, primero, de
gestiones como agente, después, están empezando a dar frutos con tal porcentaje
de éxito que, si las grandes academias de novela que imparten sus clases de
forma masiva en aulas, lo rozaran, no habría espacio en las librerías para tanta
novela.
Primero fue Xavier Zanuy que consiguió
fichar por la prestigiosa agencia internacional IMC gracias a su primera
novela, juvenil en este caso, que trabajamos juntos por Skype, “Vull ser com tu”.
Isabel Martí, directora de susodicha agencia, se acabó convenciendo por el
proyecto conjunto de autor de futuro que presenta Xavier con sus otros
originales y apreciar que no se trata de un escritor de una sola novela, sino
de recorrido. Xavier es un talento al que solo tuve que pulir y que ahora está
en las mejores manos para triunfar.
Y ayer, sin ir más lejos, otra
alegría más. Cesca Rodríguez, autora prolífica con un estilo refinado y un
espíritu creativo sin límites, consiguió proclamarse finalista del Premio de
novela Gregal entre 30 originales, con la obra “Manhattan sense tu” que, como
el caso de Xavier, también fue el primero de otros originales suyos que hemos
construido desde mi taller.
El certamen, que llega a su
octava edición, cuenta en su palmares con autores tan ilustres de la literatura
catalana como Francesc Puigpelat.
Esas palomas a las que dejé volar
hace un tiempo empiezan a llegar a sus destinos, otras están muy cerca de
conseguirlo y ese es el mayor premio que puedo recoger, un premio que me hincha
el orgullo hasta hacerlo explotar, el éxito de un trabajo esencial, minimalista,
íntimo y privado, que a fin de cuentas es lo que es la literatura, la soledad
de unos sentimientos que explotan sobre un papel en blanco de manera esencial,
íntima y privada hasta que su autor decide abrirles su jaula. Eso que hacemos
juntos, por skype, alumno y yo.
Poder celebrar esto, casi medio
año después de decidir una plena dedicación a mis alumnos y aumentar ese cupo
inicial de solo cinco aspirantes por año hasta el doble, es el refuerzo moral
necesario para continuar con esperanza e ilusión mi nuevo proyecto… La llamada
de Cesca, casi llorando para comunicarme su logro, o la mirada radiante de Xavier cuando le dije que IMC lo fichaba, es tan profundo y bello por haberlo
sentido yo mucho antes, que se convierte aditivo y crucial para seguir
viviendo.